Esta vez quiero escribir un relato de algo que en mi mente ha resonado desde que visité la hacienda Nápoles a las afueras de Medellín. Es increíble ver el lugar, una finca con más de tres mil hectáreas de extensión, pensar que eso era de una sola persona que pudo tener más dinero que un país entero.
Pienso en cómo sería ser esa persona, no estoy para juzgar a nadie, todo el mundo sabe a qué se dedicaba y quien era, en Medellín aún es un agente polarizador de opiniones, algunos lo consideran casi un santo por la obra social que hizo, otros, la mayoría ven lo trágico de los eventos que él provocó en la sociedad. Yo veo a una persona que en su intento de ser alguien “encaletó” su corazón, así inicia mi historia.
Era un joven, póngale ustedes el nombre que desee, podemos llamarlo Juan o Pablo, como usted se sienta mejor. Un chico que en una familia humilde creció, viendo las carencias de sus semejantes, de su familia y la suya propia, en algún momento de su vida se juró que no importaría sus inicios, él saldría adelante como fuera y llegaría a tener grandes riquezas.
No romantizo al criminal, describo lo que pienso acerca de lo no escrito sobre él, el muchacho sin mucho porvenir se encontró con mil puertas cerradas y malas decisiones a la vuelta de la esquina. En un país que estaba estratégicamente colocado entre las fronteras del tráfico de contrabandos y drogas. Este joven, que en realidad podíamos decir que era brillante, se amamantó de las cátedras dadas por varios criminales de época, aprendiendo con excelencia todas las tretas y artimañas que pudieran serle útiles.
En el proceso conoció al amor de su vida, el cual quiso solo para él, de inmediato, se fue enterrando en un mundo donde no importaba que se hacía para obtener lo que se deseara, así murieron los principios y valores morales, sepultados en costales de dinero y sangre.
Su ascenso en el mundo el crimen fue astronómico, en pocos años era ya “El Patrón”, teniendo a su cargo básicamente un ejército de personas que hacían todo lo que él deseaba. Pero todo tiene un costo humano, el casi todopoderoso criminal se alejaba cada vez más de su familia, de su amor, protegiéndose y protegiéndola de represalias que sus múltiples enemigos pudieran hacer.
Con el poder de Dios de decir quién vivía y quién moría, así creció este personaje, envuelto en supuestas obras sociales para los más necesitados, que en realidad eran esfuerzos de tener adeptos ilimitados para su imperio.
Por otro lado, cada vez más lejos, su familia, ahora su esposa y sus hijos, vivían en una casa llena de lujos y excesos, pero en realidad eran también prisioneros de las decisiones del padre. Se sabe que para los 15 años de su hija le compró una hacienda llamada “La Manuela” en la que mandó a plantar la más diversa cantidad de plantas para que fuera en si un jardín botánico.
Todo parecía un cuento de hadas para algunos pocos, con todos los lujos y excesos que puede pagar el dinero, el cual llegaba cada semana a costaladas. Era tanto el dinero que nuestro personaje recibía, que toda su casa fue construida con paredes de doble fondo para guardarlo, ya ni se molestaba en contarlo, dicen los que saben, que simplemente pesaba las bolsas llenas de dinero para calcular cuánto tenían. Algunos aseguran que empezaba a tener problemas porque se estaba echando a perder literalmente los billetes de tantos que había, empezaban a pudrirse y deshacerse con la humedad; entonces dicen que paredes de la casa principal en Nápoles tenían lingotes de oro incrustados en la pared para resguardar de esa manera sus riquezas.
Hago una pausa, porque sé que todos sabemos la historia de este personaje, pero lo que en realidad quiero decir son varias cosas, aunque tenía insuperables riquezas este era un tipo que nunca llenó un vacío que tenía dentro, su carrera por tener y tener más siempre, sin importar los medios creo que era una necesidad de sentirse importante y lleno.
Los costos humanos fueron sus hijos y esposa, que hasta el presente les sigue el recuerdo de un padre ausente y criminal, que les dio riquezas a base de delitos a la humanidad. Cuánta razón tenía mi padre cuando me dijo una vez: “No importa la cantidad de dinero que tengas, lo importante es poder tener la frente en algo y decir de donde lo tienes”. Nuestro personaje metió su corazón en una caleta junto con su dinero y riquezas, esperando que este se callara de las voces que de seguro escuchaba diciéndole que debía parar.
Quizá ninguno de nosotros sea un Patrón del crimen ni nada parecido, pero en ocasiones estamos tentados a hacer cosas que no están fuera de nuestra esencia como seres humanos, el engañar o mentir, por ejemplo, el tomar el camino fácil porque pensamos que no tenemos oportunidad de superar las cosas que la vida nos da. A lo mejor ganarás esa competencia, lograras ese empleo o cerraras ese negocio, pero al final lo que consigas se irá como agua de entre tus dedos, porque el karma existe y lo que hacemos se nos voltea, eso lo sé por experiencia propia.
Es mejor poder compartir un tiempo de calidad simplemente sentado en un parque o en casa con los seres que amas, que tener viajes y lujos solo o escociéndote porque estás engañando a alguien con tus actos.
Como dato curioso, en la Hacienda Nápoles, no existe actualmente nada de la casa principal de nuestro personaje, toda la casa fue demolida por los saqueadores cuando él murió. Hoy en día es un lugar de paseo familiar, demostrando la resiliencia del pueblo colombiano. No pongas tu corazón en una caleta, sácalo para que sienta y sea el que te guie en tu vida. Así, sin importar nada, vivirás mejor.