Botero

Con la imaginación de un niño a flor de piel, con una visión fuera de lo común, encontró la belleza en la deformidad y la obesidad como nadie antes lo había intentado.  Paseando en el parque me deleité de varias obras maestras de arte, bautizadas con los nombres más simples, una colección monumental de esculturas obesas de seres ordinarios: un hombre, una mujer, una mano, un ave que simboliza la paz.

 ¿Cómo fue posible que una persona, pudiera crear un movimiento artístico a base de engordar y hasta deformar todo lo que veía?  En parte sería lo que imaginaba, lo que sus ojos percibían, una protesta ante los estándares de belleza que flagelan a la sociedad.  Sería acaso un grito de protesta a la belleza.  Botero era su nombre, y me imagino al ver sus muchas obras en el Museo de Antioquia lo fantástico que hubiera sido poder conocerle en persona. 

Desde la oportunidad que pude apreciar a la gran Gertrudis, en Cartagena, quedé enamorado de esa curvilínea figura, que para mí es el estereotipo de belleza en una mujer, resaltando sus curvas, su gordura y calidez.  Ahora tuve la oportunidad de ver el parque Botero en Medellín, pletórico de esculturas del autor, pude ver que la belleza de Gertrudis no era casualidad, era el estilo más puro de como Botero percibía el mundo, quizá con excesos, pero siempre con belleza dentro de la simpleza de cada ser y cada obra qué logro hacer. 

Hay tal vez más de 100 obras expuestas en el segundo nivel del museo, donde podemos apreciar la calidez humana del autor, desde esculturas de bodegones de frutas, pasando por los retratos de los reyes de España a su muy peculiar estilo, hasta la representación de la muerte del capo Pablo Escobar en un tejado.  Cada cuadro o escultura representa mucha más que simple arte, además de emocionar al que lo aprecia, nos narra la historia de quizá un rebelde de la plástica. 

Ese día me imaginé tomando un café en la cafetería Astor que está en el Palacio de la Cultura, entablando una acalorada conversación con Botero sobre el porqué de su obra, ¿por qué pintar a todos y todo lo que plasmaba con un sobrepeso monumental?  Él, con sus lentes redondos al estilo John Lennon, con una cabellera algo alborotada al estilo de Einstein, me diría quizá, es porque así los veo.  

Yo, en su momento, me atreví a dibujar, no era malo, pero tampoco era un artista, dibujaba caricaturas de la época, todo demasiado infantil.  Pero me pregunto si hubiera continuado haciéndolo pude haber llegado a ser algo en esa disciplina.  

Me llamo mucho la atención que tan sublimes obras de arte, como lo mencione antes, fueron bautizadas con tanta simpleza.  Porque en ocasiones a las obras maestras se les busca nombres tan rimbombantes para que adquieran importancia ante los espectadores.  Botero, como el revolucionario que mi imagino que fue, rompió también con este estereotipo, bautizando sus obras con los nombres que describían exactamente lo que estaba en ellas.  A lo mejor, para que sean entendidas por cualquier persona, para que nadie se llene la boca diciendo cosas que no son de cada obra maestra.  Desde el manejo magistral de la escultura, pasando por pintura al óleo, carboncillo o simplemente lápiz, Botero demostró que la belleza está en los ojos de quien la aprecia. 

Si algo podemos decir de la importancia de la obra de este monumental artista, parte de la intrínseca belleza de sus obras es quizá una enseñanza que todos podemos crear algo distinto, algo bello, si nos empeñamos en ello.  Nunca estará todo hecho, nunca estará todo completo, siempre podremos agregar algo más a nuestras vidas, al mundo, a nuestros seres más queridos.  Creando lo que para nosotros pueda ser algo insulso, pera alguien más será una belleza.